A la vez que toman vida nuestras recetas al imaginarnos una textura o una combinación de incredientes que poco a poco vamos agregando a un puchero, podemos ir imitando tantos y tantos sabores del pasado, compañeros de viaje de nuestra vida que han ido forjando nuestro paladar y nuestros gustos.
Quién no sabe una receta de una abuela o imita los sabores de su niñez o se recrea mientras saborea los dulces manjares que hacía tiempo que anhelaba.
La Navidad es ese período del año en el que se mezclan lo nuevo y lo antiguo, el ocaso de un año y el despertar de otro.
Es justamente en esta época de celebración cuando echamos de menos a las personas que no están con nosotros a la vez que disfrutamos de las comidas y cenas en compañía de otros que actualmente podemos disfrutar de su presencia.
En estas ocasiones, la cocina es un eje principal de nuestras reuniones, las comidas y las cenas, los preparativos y las sobremesas nos sorprenden a casi todos en la cocina.
Los menús navideños, al igual que muchas otras parcelas de nuestra vida, están sometidas a las modas, y claro está a los bolsillos de los hogares.
Sin embargo, en cada casa hay un plato que no falla, quizás porque es facil de hacer, o porque gusta a la famila. Este bocado nos acompañará a lo largo de nuestra historia, formará parte de nuestra propia manera de entender las navidades.
Los polvorones, los langostino, el huevo hilado o el pan de cádiz.
Son muchos los recuerdos preparando la cena de Nochebuena o Nochevieja en la cocina de casa, ayudando en casa a decorar las bandejas, preparando los esparragos o los dulces navideños. Colocando las servilletas y los platos.
Las ausencias son cada vez mayores, sin embargo la presencia de nuevas personitas no permite esbozar una sonrisa y pensar que hay que seguir creando y disfrutando.
jueves, 8 de enero de 2009
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