Todos los días tengo que comer fuera, la idea de saborear diariamente el menú del dia de alguna casa de comida cercana a la oficina no ha sido nunca algo que me seduzca.
Mi ideal sería poder comer en casa con mayor asiduidad, hasta la fecha, eso me resulta imposible ya que las distancias no me lo permiten. Por este motivo y porque intento controlar lo que como decidí, hace ya algún tiempo llevarme comida cada dia al trabajo.
No me gusta mucho lo de llevar la merendera de un lado para otro, pero por ahora no tengo otra opción.
Por ese motivo, el tema de las comidas de diario lo resuelvo a base de verduras y pastas. Son las cosas más faciles para transportar y las que, a mi gusto, aguantan mejor el microondas, las legumbres en ensalada también las suelo comer.
De este modo, uno de mis platos favoritos de oficina son los spaguetti al pesto. Es sencillo de preparar, no genera problemas al transportar y menos aún al calentar pues el aceite del pesto, facilita la conservación de la pasta.
Yo los preparo de manera sencilla, el pesto lo elaboro con hojas de albahaca frescas con sal y un diente de ajo, se trituran en el mortero y se le añaden los piñones. Cuando todo está hecho una pasta, se le añade el aceite de oliva a modo de hilo, para que se vaya emulsionando poco a poco.
Cuando la pasta es homogenea se le añade el queso rallado (de oveja o parmegiano). Al final, se rectifica de sal.
Es una salsa que está muy buena y es muy sencilla de hacer, además, no hace falta consumirla en el instante.
La pasta la cuezo según las instrucciones del envase. Al agua le añado siempre sal. Una vez que está cocida la pasta, se saca del agua con una espumadera para que conserve algo de humedad.
En el recipiente donde tenemos la pasta cocida incorporamos unas cuantas cucharadas de pesto y mezclamos, el agua de coción se unirá a la salsa, añadiéndole huntuosidad y cremosidad.
Este plato es fácil de transportar ya que la salsa no es liquida sino que se fija a la pasta y permite llevarla en una tartera sin correr el riesgo de que se vuelque en el camino y nos manchemos.
De esta manera, procuro comer de casa sin estar en ella, no es lo mejor, pero sí lo menos malo.
martes, 30 de enero de 2007
domingo, 21 de enero de 2007
New York, New York
Pasear por las calles de la Gran Manzana es un gran placer, es descubrir en un mismo espacio todo un coctail de etnias, ritmos, razas y lenguas. Igual pasa con la diversidad de restaurantes, en la misma acera de una misma calle puedes tener todo tipo de comida, de buena comida.
El tópico tipico de que en EEUU solo se comen hamburguesas es algo que hay que empezar a desterrar, una variedad de pescados inhundan las cartas de los grandes restaurantes newyorkinos. La fusion entre diversos tipos de cocina están presente en multitud de restaurantes. La variedad de cocinas, con diferentes ingredientes y tecnicas enriquecen a esta ciudad de grandes proporciones.
Al salir del metro por cualquier calle centrica de Manhattan, el olor a la mezcla de salsas de los puestos callejeros de perritos calientes, invade todo el espacio. Este olor, en muchas ocasiones se ve mezclado con el olor del chocolate o el del carbon del grill de algun restaurante cercano. Este es sin duda un aroma que caracteriza a la ciudad, forma parte del paisaje como el Empire State Building o la torre Christler.
Una de los platos mas exquisito que he probado en esta curiosa ciudad ha sido la merluza en salsa de frigoles y con foie. El plato se compone de tres parte, por una parte se hacen los frigoles cocidos con ajo, cebolla y tomate, posteriormente se le añade una reducción de vinagre de aceto de modena, posteriormente, a la parrilla se hace un trozo de lomo de merluza y unas láminas de foie fresco.
Vuelta y vuelta, todo hecho se presenta, primero los frigoles y encima la merluza y el foie.
Un rico plato sabroso y de espectacular presentación como la ciudad a la que hoy rindo homenaje.
El tópico tipico de que en EEUU solo se comen hamburguesas es algo que hay que empezar a desterrar, una variedad de pescados inhundan las cartas de los grandes restaurantes newyorkinos. La fusion entre diversos tipos de cocina están presente en multitud de restaurantes. La variedad de cocinas, con diferentes ingredientes y tecnicas enriquecen a esta ciudad de grandes proporciones.
Al salir del metro por cualquier calle centrica de Manhattan, el olor a la mezcla de salsas de los puestos callejeros de perritos calientes, invade todo el espacio. Este olor, en muchas ocasiones se ve mezclado con el olor del chocolate o el del carbon del grill de algun restaurante cercano. Este es sin duda un aroma que caracteriza a la ciudad, forma parte del paisaje como el Empire State Building o la torre Christler.
Una de los platos mas exquisito que he probado en esta curiosa ciudad ha sido la merluza en salsa de frigoles y con foie. El plato se compone de tres parte, por una parte se hacen los frigoles cocidos con ajo, cebolla y tomate, posteriormente se le añade una reducción de vinagre de aceto de modena, posteriormente, a la parrilla se hace un trozo de lomo de merluza y unas láminas de foie fresco.
Vuelta y vuelta, todo hecho se presenta, primero los frigoles y encima la merluza y el foie.
Un rico plato sabroso y de espectacular presentación como la ciudad a la que hoy rindo homenaje.
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